Diego:

A toda prisa tomo un bóxer y me los pongo lo más rápido que puedo, lo mismo hago con la demás ropa; rápidamente me perfumo y paso mis manos por mi cabello húmedo. Salgo de la habitación decidido a ir a casa de Antonella, con la necesidad imperiosa de saber de ella, de poder aspirar su esencia, y olvidar que estuve a punto de caer en las garras de una mujer que mató el amor.

Por el camino a casa de Antonella pienso en cómo actuaré cuando la vea, o mejor dicho, si tengo la suerte de encontrarla. Al llegar a la calle donde vive, sonrío al darme cuenta de lo nervioso que estoy. Estaciono mi auto dos casas más lejos de la suya y me quedo sentado, mirando hacia su puerta con la esperanza de que salga por algún motivo. Pasa una hora mientras espero que ocurra un milagro y, para mi suerte —y gracias al de arriba—, veo a su esposo salir con un bolso. Se sube a su auto y desaparece por la calle. No lo pienso dos veces: bajo de prisa de mi vehículo y camino raudo hacia su casa. Toco el ti