Lo único que Mónica quería era que su ex novio dejara de perseguirla. No se detuvo a pensarlo dos veces antes de decidir que era una buena idea pedirle a un desconocido que fingiera ser su novio. Sin siquiera saber su nombre, William aceptó seguirle el juego y se hizo pasar por su novio. Dos años después, Mónica y William se reencuentran, pero esta vez, es él quien necesita de su ayuda y no está dispuesto a dejarla escapar.
Leer másEl primer instinto de Mónica fue Correr y ocultarse de él en algún lugar, esa era la mejor idea que pasó por su mente, pero su cuerpo decidió no obedecerle justo en ese momento. Parecían como si sus pies estaban plantados en el suelo y tampoco podía quitarle la vista de encima.
Aún mantenía una pequeña esperanza de que estuviera equivocada y que solo fuera su mente jugándole una mala broma.
Muchas veces se había preguntado si algún día lo volvería a ver. Se había respondido a sí misma que: «Eso era imposible». Ahora existía la posibilidad de que esa persona estuviera justo frente a ella.
Se recordó que debía respirar e hizo un esfuerzo por mantenerse imperturbable. Esperaba que pudiera lograrlo.
El hombre al que no creyó volver a ver posó su mirada en ella. Solo lo había visto una vez, sin embargo, eso había sido suficiente para no olvidarlo, en especial por lo que ocurrió entre ellos. En cuanto sus miradas se encontraron sus dudas se esfumaron, era él. Aún después de dos años, podía recordar su rostro, sus ojos y en especial su mirada cautivadora.
¿Qué posibilidades había de que él también se acordara de ella? Con suerte a él ni siquiera le parezca familiar y tampoco se acuerde de ese día. Creyó que las posibilidades eran grandes porque en su rostro no había ningún indicio de reconocerla porque él desvió su mirada y se dirigió hacia una de las mesas desocupadas. Eso debía de ser un alivio para ella. No se sentía lista para enfrentar a un hombre al que había utilizado para librarse de un problema.
Ella esperó unos segundos, quizás tendría suerte y alguna de sus compañeras decidía atenderlo en su lugar. No quería huir de su responsabilidad, pero simplemente se había quedado paralizada. Y no quería arriesgarse a que él la reconociera, aunque no parecía ser ese el caso. Ese pensamiento la había hecho sentirse decepcionada. Era ilógico cuando lo único que quería era evitarlo, ¿verdad?
Su jefa apareció en ese momento y salió a recibirlo. Él se colocó de pie para saludarla. Intercambiaron algunas palabras con mucha familiaridad, como si se conocieran, y era muy probable que sí.
—Goodwin —Su jefa la llamó por su apellido y eso hizo que se espabilara. Por supuesto entendió el mensaje; debía atender al cliente.
No había escapatoria.
Asintió a su superior antes de comenzar a caminar hacia él para atenderlo. Por mucho que quisiera darse la vuelta y no obedecer, no podía hacerlo. Habían pasado solo tres meses desde que empezó a trabajar en aquel restaurante, y no iba a permitir que la despidieran tan pronto. Después de haberse ido de la casa de sus padres cuando cumplió la mayoría de edad para intentar ser completamente independiente, no planeaba volver sin haber alcanzado sus objetivos. Quería ganar tanto dinero como fuera posible, pagarse sus estudios y en un futuro poder brindarles a sus padres la estabilidad y comodidades que ellos se merecen.
Bueno, esa había sido su principal motivación, pero poco tiempo después de marcharse se había olvidado de ese sueño y había perdido el rumbo. Se había sentido tan libre, como si pudiera conquistar el mundo. No puso límites a su curiosidad por experimentar cosas nuevas. Iba de fiesta en fiesta con su novio y amigas sin preocuparse por nada más que no fuera disfrutar. Y aunque sabía que el no poner límites no la llevaría a ningún lado, no se había detenido, hasta que sus decisiones la llevaron a un callejón sin salida, entonces se dio cuenta que de esa manera no podría conquistar ni la cuarta parte de sus sueños.
—Buenas tardes, señor —Saludó sin mirarlo a los ojos. Él se limitó a hacer un movimiento con la cabeza. Y ella Colocó el menú frente a él— ¿Desea algo para tomar? —Esta vez, mientras esperaba por su respuesta no pudo evitar mirarlo a los ojos, eran como dos imanes que la atraían y que no podía evitar.
Él también la miró a los ojos un instante. Luego deslizó su mirada por su cuerpo. Mónica se tensó y apretó las manos sobre su libreta. No estaba segura de lo que había sentido con su mirada puesta ella, pero se sentía tan nerviosa que rogó por que la tierra se la tragara. Lo extraño es que, ella no era así. Era más bien atrevida y no se dejaba intimidar por nadie.
—Agua —respondió él cuando terminó de analizarla.
—Por supuesto. —musitó haciendo un esfuerzo por no tartamudear. Era difícil no estar nerviosa frente a alguien como él.
Se dio media vuelta y caminó a paso apresurado, necesitaba poner distancia para recuperarse de ese primer encuentro en el que era obvio que la afectada había sido solo ella. En su interior sus emociones iban a mil y su corazón latía sin control al mismo tiempo que sus pensamientos eran un completo desorden.
—¿Qué rayos fue eso? —Se preguntó.
Hizo su mayor esfuerzo por controlar sus hormonas y se obligó a preparase mejor para el segundo raund, no podía comportarse como si aún fuera una adolescente.
Mónica colocó el vaso con agua frente a él. Estaba a punto de preguntar si ya había decidido cuál sería su orden cuando una mujer interrumpió lo que iba a decir.
—William —lo llamó ella.
«Así que, ese es su nombre», pensó Mónica. No le pasó desapercebido la reacción de sorpresa en el rostro de William al ver a la mujer. Como si no la estuviese esperando o, más bien como si la persona a quien esperaba no era ella.
Él se colocó de pie.
—Hola —dijo y sin previo aviso se acercó a él y besó su mejilla.
—Señorita Hazlett, yo no…
—Lamento llegar tarde a nuestra cita, espero no hayas esperado mucho.
«¿Cita? ¿Él tenía una cita con ella?», se preguntaba Mónica en tanto observaba la interacción. Se recordó que no era su asunto. Ella estaba ahí para atender a los clientes.
William entendió en ese momento que Lukas Hazlett no sería quien llegaría a reunirse con él esa noche. En su lugar, Lukas había enviado a su hija. Bien le habría venido un aviso. Livvie era una de esas chicas consentidas que creían que podían tenerlo todo en la vida sin importar el costo. Y para su mala suerte ella estaba interesada en él. Tenía que reconocer que era muy insistente, porque otra persona habría dado un paso atrás al recibir sus constantes evasivas. Era una mujer sexi, pero él prefería no involucrarse con sus clientes.
—No te preocupes, acabo de llegar. —musitó él aceptando la situación.
—¿Ya ordenaste? —preguntó ella mientras ambos tomaban asiento.
—Aún no.
—¿Entonces que te parece si ordenamos?
—Será lo mejor —musitó y tomó la carta. Levantó su mirada y la posó en Mónica. Ella desvió la suya tan pronto como sus ojos se encontraron con los de él.
Mónica tomó nota de la orden de William y luego de asegurarse de que sería todo lo que la chica rubia ordenaría, se dio media vuelta para marcharse. Antes de eso no le pasó desapercibido la mirada que la chica le daba a William.
No tardó en regresar con las bebidas y luego con la orden de comida. Sin poder evitarlo escuchó algo de la conversación, en realidad era ella quien hablaba, y él solo asentía o daba escuetas respuestas.
Era una suerte que el restaurante estuviera lleno esa noche. Se mantuvo ocupada todo el tiempo que casi se había olvidado de él, casi. Hasta que pasó por su costado y él le pidió la cuenta. Su acompañante se levantó y le anunció a él que iría al tocador.
—Gracias —musitó él luego de que Mónica le devolviera su tarjeta con la cual había pagado la cuenta.
—De nada señor, fue un… —Sus palabras se atoraron en su garganta cuando él la tomó de la mano.
—¿Cómo has estado? —preguntó él y sonrió de lado.
Mónica observó sus ojos, el brillo de reconociendo en su mirada no dejaba dudas de que él la recordaba.
«Maldito, si la había reconocido», pero él no había dado ninguna señal de eso.
—Al fin nos volvemos a encontrar. —Dijo mientras sonreía por primera vez en la noche.
Mónica intentó liberarse de su agarre con sutileza para no llamar la atención de las personas que estaban cerca, pero él no la dejó ir.
—¿No dirás nada? —cuestionó cuando no recibió ninguna respuesta.
—Señor, debería de soltar mi mano. Estoy segura que a su novia no le gustara nada…
—Ella no es mi novia. —Hizo una pausa—. Pero tú sí.
William tomó la mano de su esposa mientras iban de regreso al aeropuerto para regresar a casa. Mónica levantó su cabeza para verlo y le sonrió o, al menos lo intentó. Venían de asistir al funeral de la hija de su amiga Ross, en Wellington. La pequeña había fallecido después de algunos días de nacida. La noticia la había puesto muy triste. William sabía que su esposa era muy sensible cuando se trataba de los niños, pero Mónica había estado con Ross en ese oscuro momento de su vida, al igual que Jasmine. Al llegar a casa en Pyes Pa, fueron directo a la habitación de su hija. A esa hora, la niña ya dormía en su cuna, y estaba muy segura. —Recién se durmió. —Les anunció la niñera antes de dejarlos a solas con su bebé. Habían pasado tres años desde su nacimiento. Diana, así la habían llamado. Su hija era una mezcla de ambos, pero el color de sus ojos eran color verde miel, algo curioso, porque en sus familias no había nadie con los ojos verdes. Quizás provenía de algún antepasado. Móni
De pie desde la puerta, Mónica y William observaron el interior de la suite. —Le dije a Jasmine que esto no era necesario. —La luz era tenue. Desde la puerta hasta la cama se extendía una alfombra roja con pétalos de rosas a los costados y algunas velas. sobre la cama había también pétalos de rosas que formaban un corazón. Y globos rojos en forma de corazón también. —¿Porqué? A mí me gusta. —Musitó William. —Lo sé, se ve hermoso. Pero estas velas pueden provocar un incendio —William recordó algunas de sus noches de las últimas semanas. Mónica se había despertado llorando al tener pesadillas. No necesitaba más respuestas para darse cuenta a que era a lo que ella más temía. Su esposa aún no había superado lo del incendio. Lo menos que quería era que esos miedos le afectaran, impidiéndole ser completamente feliz. Dejó la maleta a un lado y se giró hacia ella para tomar su rostro. En ese momento se prometió que borraría cualquier rastro de lágrimas. —Mírame —dijo él— No tienes que tem
—¿Qué sucede? ¿Mónica dónde estás? ¡Mónica! —Gritó William o al menos eso intentaba, pero ni él podía escuchar su propia voz. Todo estaba oscuro y tropezaba al caminar— Debo encontrarte, Necesito verte otra vez. —Aunque sus recuerdos eran confusos y no tenía idea de lo que hacía ahí. Sentía la imperiosa necesidad de ver a Mónica. Su corazón le dolía al verse tan impotente. William fue despertando de su sueño poco a poco, no estaba seguro de que era real y que no. La habitación en donde se encontraba ahora tenía un color claro y una persona estaba a su lado, pero no podía ver su rostro con claridad. —¿Mónica? —Susurró. La enfermera se giró al escuchar su voz. Pronto su doctor estuvo con él. Lo examinó mientras le hablaba y le hacía preguntas para asegurarse de su estado. —Le avisaré a sus padres que ha despertado. —Dijo el doctor. —Quiero ver a mi novia, Mónica. Ella está bien ¿Verdad? Mónica no esperó ni un segundo para salir casi corriendo a ver a William, cuando escuchó que él
—No lo harás con esa ropa, primo. —Se vio su cuerpo. Aun llevaba puesto la ropa de baño y se había colocado una camiseta luego de salir de la piscina. —Voy a casarme —musitó como si aún necesitara creerlo. Sus amigos se rieron de él, seguramente tenía una cara de bobo. Por un momento pensó que se trataba de una broma, pero lo descartó. Su Mónica, no se apuntaría a una cosa así y, tampoco su padre, aunque no podía decir lo mismo del par de amigos que tenía, pero esta vez parecían estar hablando en serio. Como sea, William seguiría las palabras de Mónica hasta el final. Daniel le tendió una mano, William la tomó y su primo le ayudo a levantarse. Su padre colocó una mano en su hombro. —Ve a tu habitación hijo, toma un baño. Yo buscaré tu traje —William asentía a lo que su padre decía como si tratara de memorizar cada detalle. Como si fuera una misión importante la que su padre le estaba encomendando. —Iré por nuestros trajes —Anunció Noah y salió de la casa. Fue a su auto y sacó un
Algunas semanas después. Mónica acarició con las yemas sus dedos la cicatriz de bala en el abdomen de William. Él aun dormía en la que ahora era su cama, en la habitación que había sido de sus padres. Ellos insistieron en que la joven pareja se quedara ahí. Y sus padres se habían mudado a una pequeña cabaña a un costado de la casa que usualmente usaban las visitas. Inclinó su cabeza y depositó besos en su pecho. Arrastró sus labios hasta su barbilla y no pudo evitar darle un leve mordisco. —¿Estás queriendo desayunarme? —Cuestionó él sin abrir sus ojos. —No es mala idea. Feliz cumpleaños amor —Dijo antes de besarlo en los labios. —¿Eso es todo? —preguntó cuando ella se separó. —De hecho, tengo algo para ti —dijo ella de manera coqueta mientras hacia un recorrido por su abdomen con sus dedos— Me preguntaba si estarías dispuesto a aceptar mi obsequio. —No existe la posibilidad de rechazarte —dijo él teniendo sus propias expectativas. En especial porque no habían tenido intimidad
—¿Hasta cuándo tendré que quedarme en esta habitación? —preguntó Mónica a la doctora luego de examinarla. Le había dicho que todo estaba bien con ella y el bebé. El señor William había usado su influencia para que dejaran a Mónica bajo revisión. Aunque ella ya podía dejar el hospital, no tenía ni que intentar decirle que la llevaría a casa para saber que ella no se iría de ahí. —Aunque no hay ninguna razón para preocuparnos —respondió la doctora— Recomiendo que te quedes esta noche aquí. Regresaré mañana temprano para darte el alta. —Está bien —dijo. No es como si tuviera otra opción. La doctora se despidió de ella y de su madre. Catherine fue la única que se había quedado. Cuando la doctora llegó los había sacado a todos y solo le permitió a su madre quedarse con ella. Jasmine y Ariadna ingresaron en cuanto la doctora se fue. —Ya que están aquí, aprovecharé para ir por una taza de café —anunció su madre. —Por supuesto —Dijo Jasmine. —Voy con usted —Se ofreció Ariadna, pero en
Último capítulo