Capítulo 2 Única

—No sé de lo que habla señor. —Susurró lo más bajo que pudo, pero se aseguró de que él la escuchara. Él aún sostenía su mano, y trató de ignorar todas las sensaciones que corrían por su cuerpo con solo su tacto— Ahora si me disculpa, debo seguir con mi trabajo —Mónica tiró de su mano y se dio la vuelta tan pronto se liberó de él.

—Está todo bien? —preguntó Jacob, uno de sus compañeros. Él siempre había sido muy amable con ella.

—¿Ah? —Él la miraba con curiosidad. Le tomó unos segundos procesar su pregunta, sus pensamientos al parecer iban lentos— Oh, si —respondió y continuó su camino.

Le informó a Alina, otra de sus compañeras, que se tomaría unos minutos para ir al baño. Necesitaba recuperar su firmeza, no entendía porque se había puesto así. No debió fingir que no sabía de qué hablaba, solo tenía que disculparse una vez más. Se miró al espejo, se mojó las manos y luego se las pasó por su cuello. Acomodó su uniforme y su cabello. Después de tomar una respiración profunda, decidió salir.

Se sintió aliviada al darse cuenta de que él ya no estaba en el restaurante. Jacob se había encargado de limpiar la mesa. Se acercó a él para agradecerle.

William no tuvo más opción que llevar a Livvie a su casa. Ella había llegado en taxi y aunque se sintió tentado a dejarla que volviera a casa por su cuenta, no se sintió bien siendo tan descortés con una mujer.

Durante el viaje se limitó a escucharla o al menos lo estaba intentando. Sus pensamientos habían quedado en aquel restaurante, con esa chica a la cual no había podido olvidar en dos años, aunque no podía negar que lo había intentado.

 Estacionó el auto frente a la residencia de la familia Hazlett y esperó a que ella bajara, pero Livvie se quedó en el mismo lugar observándolo con una sonrisa. Entonces, decidió salir del auto para abrirle la puerta. Ella estiró su mano, él la tomó y le ayudó a bajar.

—Me agradó cenar contigo —dijo ella.

—No estuvo mal —dijo—, pero esperaba reunirme con el señor Hazlett.

—Ya lo sé. Yo le pedí a mi padre que me dejara ir en su lugar, prometo que lo convenceré de firmar los documentos para…

—No es necesario. Puedo arreglármelas por mi cuenta.

—¡Oh! eres muy confiado de ti mismo, me gustas —William abrió la boca con la intención de despedirse, pero ella habló primero— Podemos salir nuevamente un día de estos…

—Me temo que no será posible —respondió demasiado rápido.

—¿Porque no? —Cuestionó la chica extrañada, esa no era la respuesta que ella esperaba de su parte.

William no tenía idea de que excusa darle.

—Nos llevamos bien y creo que hacemos una linda pareja —Eso mismo había escuchado del padre de Livvie, al parecer a él no le desagradaba la idea de que saliera con su hija.

Si tan solo él tuviera una…

La voz en su cabeza se detuvo cuando una idea muy tentadora comenzó a formarse en su mente, sus pensamientos iban a una velocidad impresionante. No sabía cómo resultarían las cosas, pero ya tenía casi todo muy bien calculado y sonrió para sus adentros.

—Ya estoy saliendo con alguien. —Respondió sin darle más vueltas al asunto.

—¿Qué?

—Tengo novia, señorita Hazlett. Y no quisiera que hubieran malentendidos entre nosotros. —William mantuvo su expresión serena, a diferencia de ella quien estaba muy sorprendida por sus palabras. Aunque él también lo estaba, pero ella no tenía por qué saberlo.

—¿Hablas en serio? —preguntó aún sin creérselo. Lo conocía desde hace algunos meses y siempre lo había visto solo, bueno, a veces iba acompañado con esa engreída... Se puso en alerta en cuanto pensó en la posibilidad— Espera. ¿Estás saliendo con Susan Anderson? —preguntó— dime que no, por favor.

William, sonrió. No le sorprendía que pensara en ella, pero además de ser solo amigos, también tenía negocios con los Anderson.

—No.

—Entonces ¿Quién la mujer con la que sales? —siguió cuestionando.

William se tensó al darse cuenta de ese detalle, no tenía idea de cual podría ser su nombre. Se mantuvo imperturbable.

—Cuando haya alguna oportunidad estaré encantado de presentarla. —Miró su reloj— Ahora, debo irme, se hace tarde.

Se despidió con la misma amabilidad de siempre y se subió a su auto.

****

Ese había sido, sin duda, el día más agotador que había tenido desde que trabajaba en aquel restaurante. Se dejó caer de espaldas en su cama apenas llegó a su pequeño departamento a eso de las diez y media de la noche.

Le habría gustado llamar a su madre, pero era seguro de qué a esa hora ella y su papá ya debían de estar durmiendo. Procuraría llamar temprano en la mañana.

Tuvo dificultad para conciliar el sueño, pero el cansancio la venció luego de haber estado dando vueltas en su cama por un largo rato.

Al día siguiente tenía libre por la mañana. Su cuerpo estaba al tanto por lo que se quedó en la cama más tiempo de lo que acostumbraba. Hasta que su estómago le reclamo por comida. Se sentó en el borde de la cama y observó a su alrededor. No recuerda porque motivo había dejado que su departamento luciera así de desordenado, siempre había sido muy amiga del orden. Ahora que tenía tiempo se pondría en ello, pero primero debía prestarle atención a su estómago. Se preparó el desayuno. Mientras comía llamó a casa de sus padres para saludar y saber cómo estaban, no había ido a visitarlos desde hace un par de meses, ese había sido el mayor tiempo que tenía de no ver a su familia. Hablaron por algunos minutos. Para cuando terminó la llamada ya estaba de mejor ánimo y no dudó en comenzar a limpiar su departamento y lavar su ropa.

Se sintió satisfecha y orgullosa de su trabajo al ver que su casa lucía mucho mejor que antes. Pero su trabajo no terminaba ahí, debía preparase para ir de compras, su despensa estaba vacía y debía llenarla pronto sino quería morir de hambre.

Cuando regresó del supermercado, se dedicó a descansar las horas que le quedaban antes de ir al trabajo.

Tomó uno de los libros que recién había adquirido y se sentó en el sillón cerca de la ventana. El libro se llamaba “Volver a sentir”. Observó la portada, en ella aparecía el rostro de una mujer muy hermosa.

La tarde en el restaurante no fue diferente del día anterior. Hubo mucho movimiento y eso le ayudó a mantener su mente ocupada y no pensar en la posibilidad de volverse a encontrar con ese hombre.

Estaba terminando de limpiar y acomodar una de las mesas cuando Jacob se le acercó.

—¿Tienes algo de tiempo? —preguntó él esbozando una sonrisa. Ella iba a preguntarle para qué, cuando él soltó otra pregunta— ¿Qué te parece si vamos a tomar algo después del trabajo?

—Ah, yo… ¿Qué tal otro día? —dijo. Moría por llegar a su departamento y dormir. En otro tiempo no le habría importado la hora ni el día, pero ya había madurado y era más responsable.

—Está bien —aceptó él.

Minutos después ella y Alina fueron las últimas en salir. Se separaron en la salida debido a que iban en sentido contrario. Estaba por cruzar la calle cuando lo vio del otro lado. Él estaba apoyado en el que supuso era su auto, tenía las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta.

William sonrió y caminó hacia ella. Consideró ir en sentido contrario a él, pero William pareció leer sus intenciones y se apresuró a llegar hasta ella. Su corazón latió más rápido en cuanto lo tuvo cerca.

—Hola —dijo él y se inclinó para depositar un fugaz beso en sus labios antes de que ella pudiera reaccionar. Sabía que se estaba arriesgando a que ella reaccionara mal y lo abofeteara, pero no pudo evitarlo. Cuando la tuvo cerca y su mirada se centró en sus labios, solo se dejó llevar.

—¿Qué… que hace? ¿Está loco? —preguntó viendo hacia todos lados para asegurarse de que nadie hubiera visto la escena. Era una suerte que a esa hora la mayoría de los negocios estaban cerrados.

—Debí haber pensado lo mismo de ti hace dos años, pero en lugar de eso, hice todo lo que me pediste.

—Y estoy agradecido por lo que hizo por mí. Pero si cree que no me disculpé lo suficiente, puedo hacerlo una vez más. Por favor…

—No es necesario. —intervino él— Sin embargo, quiero pedirte algo. —Ella lo miró con sospecha ¿Acaso pretendía cobrarle el favor? — Pero antes, me gustaría presentarme. William Green —dijo él extendiendo su mano.

Ella pasó su mirada de él a su mano y nuevamente a él.

—Mónica Goodwin —dijo al fin tomándola.

Ahora al menos ya tenía su nombre.

—Única.

—¿Disculpe?

—Tú nombre, significa única.

—¿Entonces, que es lo que quiere? —Cuestionó ignorando su comentario.

—Quiero que seas mi novia.

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