Benaoján cerca de Málaga

Dos días después

Iván

La boca me sabía a metal. El pulso me marcaba como un metrónomo y, en medio de ese tambor, la voz de Camila fue la cuerda a la que me aferré. Por primera vez en mi vida no pude decidir; debí confiar en que ella haría lo correcto, sin exponerse, sin dejar que la rabia de Lucas la arrastrara y, sobre todo, sin cometer el error de buscar venganza contra Ramiro. Sí, sonaba absurdo viniendo de mí, pero aquella vez la vida de la mujer que amaba estaba en juego, no la mía.

A pesar de no estar del todo consciente por los antibióticos, escuché lo que planeaban Camila y Lucas. Como si supieran que necesitaba tranquilidad, Camila se sentó a mi lado antes de que me sacaran del hospital.

—Amor, te vamos a trasladar a una propiedad en un pueblo cercano —dijo, apretando suavemente mi mano—. Ahí estarás bien y podrás recuperarte sin temer por tu vida.

Intenté mover los labios; mi voz salió débil y entrecortada; la boca me supo a metal y los dedos me temb