Capítulo 11: La rendición de Mateo.
El balcón estaba cubierto por una neblina tenue, como si la propia noche se negara a mostrarle con claridad lo que venía. Las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos, ajenas al infierno oculto que ardía dentro de esas paredes. Mateo se apoyó en la barandilla con las manos temblorosas. El metal estaba frío, pero no más que el vacío que se expandía en su pecho desde que vio… eso.
El cuarto de tortura.
El grito apagado del actor mientras Luna lo destruía sin pestañear.
Las risas tenues de algunos asistentes que aplaudieron como si fuera arte.
No.
Eso no era arte.
Eso era la muerte transformada en espectáculo.
Y él lo presenció, impotente. Sin decir nada. Sin moverse.
Como si algo lo hubiese congelado por dentro.
Se llevó las manos a la cara, se frotó los ojos, pero las imágenes no se borraban. Eran cicatrices mentales. Heridas invisibles. Y, aun así, ¿por qué había una parte de él que sentía… envidia? ¿Envidia por el poder de Luna, por su frialdad, por la seguridad con la que ap