Los meses posteriores a la rebelión fueron un período de transición para el reino. Isabella, aunque agotada por las constantes luchas, encontró fuerza en los rostros de aquellos que se acercaban a ella en busca de orientación y liderazgo. Mientras el reino se recuperaba de los estragos de la guerra y las rebeliones, ella sabía que las verdaderas batallas se libraban en las corazones de su gente.

El castillo se había transformado en el centro de la nueva administración, pero las viejas estructuras políticas seguían luchando por encontrar su lugar en el nuevo orden. Los nobles que habían sido leales a Livia continuaban con sus intrigas y conspiraciones, aunque en silencio, pues el nuevo gobierno no toleraría la subversión. Cada día, Isabella se encontraba con dilemas difíciles: mantener la paz sin ceder demasiado poder a los que aún deseaban el control absoluto, mientras formaba nuevas alianzas que unieran de manera más equitativa a todas las clases del reino.

Alejandro, siempre vigilan