Atrapada en la mirada penetrante de Alejandro, Elena sintió que la rabia empezaba a subirle por el rostro. No estaba acostumbrada a dar explicaciones y a que intentaran controlar su vida. En ese momento de levantó de la cama y se paró frente a él con una expresión tensa y mirándolo directo a los ojos. Intento calmarse un poco antes de hablar.
—Alejandro, no puedes reaccionar así cada vez que Iván llame o envíe un mensaje —dijo Elena, cruzando los brazos mientras lo miraba con una mezcla de exasperación y confusión—. Es solo un amigo.
—No es "solo un amigo", Elena —replicó él, su voz firme pero contenida—. Conozco a Iván muy bien desde hace años, sé cómo piensa, y te aseguro que no está interesado en una simple amistad. No con una mujer como tú.
Elena frunció el ceño. Una punzada de incomodidad se instaló en su pecho. No le gustaba para nada que Alejandro dudara de su criterio, y mucho menos que su actitud rozara en lo posesivo.
—¿Y qué quieres que haga? —preguntó en un tono más agudo