—Ah, señorita Duarte —dijo él con una sonrisa tensa, como si hubiera sido sorprendido en un acto indebido—Solo revisaba que todo estuviera en orden. Ya sabe, me preocupa la salud de mi esposa.
Elena asintió lentamente, pero su intuición le gritaba que algo no estaba bien. Y que su presencia allí tenía claras motivaciones. O mejor, muy oscuras motivaciones. Había algo calculador en la forma en que Rodrigo Villalba sostenía el frasco, como si estuviera decidiendo algo más allá del simple bienestar de su esposa. Disimuladamente, observó el frasco que él tenía en las manos. Estaba abierto. Fingiendo no notar nada inusual, lo tomó con suavidad y, mientras él se alejaba, hizo una marca discreta en la etiqueta. Si sus sospechas eran correctas, ese hombre, estaba haciendo lo posible por alterar el tratamiento de su esposa.
Elena decidió arriesgarse y tomar medidas al respecto sin levantar sospechas. Sintió una mezcla de temor y determinación afianzarse en su interior. No podía quedarse de br