Alejandro conducía el vehículo con precisión y a buena velocidad. Parecía ansioso por llegar. En menos de veinte minutos estaban atravesando las puertas del hotel. Entraron al vestíbulo y Elena pudo sentir como las miradas se posaban sobre los dos. Pudo sentir las miradas de admiración de los clientes que estaban a esa hora registrándose en el lobby. Alejandro era un hombre respetado, y por lo visto nunca pasaba inadvertido a la admiración del público femenino. Lo que ella ignoraba, era que las miradas de admiración no estaban solo dirigidas a su acompañante. Elena no se daba real cuenta del efecto que causaba. Tenía un porte elegante y distinguido aún sin pretenderlo. Y caminando uno al lado del otro, compaginaban a la perfección. Una empleada con sonrisa profesional y vestida de manera impecable los recibió en el lobby, y los acompañó hasta el ascensor. Antes de cerrarse las puertas Alejandro le dio instrucciones.
-Cena para dos en el privado por favor.
Dentro del ascensor Elena se