Narra: Elena
Me sentía sofocada, como si llevara horas atrapada en una habitación sin aire. Había tratado de disimular, de no preocuparlo, de sonreír y fingir que todo estaba bien, pero ya no podía más. El nudo en mi garganta era insoportable.
Me giré hacia Luis, aún recostada en su hombro. Podía sentir el calor de su cuerpo, su respiración lenta, su paciencia infinita. No tenía a quién más acudir.
—¿Podrías acompañarme al hospital? —le pedí en un susurro apenas audible.
Él no respondió enseguida. Solo levantó su brazo y me envolvió aún más contra él, como si ese gesto pudiera protegerme de todo. Luego, su voz llegó firme, segura: