Narra: Elena
El pasillo del hospital olía a desinfectante y tristeza. Cada paso que daba me costaba el doble; era como si las paredes mismas absorbieran la poca fuerza que me quedaba. Sentía a Luis a mi lado, su presencia fuerte e inquebrantable, pero aun así, el miedo me carcomía.
Cuando llegamos frente a la habitación, me detuve. Me faltaba valor.
Luis, sin decir palabra, deslizó su mano por mi espalda, dándome un pequeño impulso. Era su manera de decirme "estoy aquí". Inspiré hondo y entré.
La imagen de mi madre me rompió en mil pedazos. Estaba tan frágil, tan pálida. Aun así, cuando me vio, me regaló una sonrisa cálida, débil