Narra: Elena
El amanecer trajo consigo un aire pesado, como si el mundo supiera antes que yo que algo malo estaba por pasar. Me estiré en la cama, dejando que los primeros rayos de sol se colaran por la ventana, calentándome apenas la piel. Me sentía ligera después de la noche anterior, como si algo dentro de mí, por primera vez en mucho tiempo, hubiese encontrado un lugar donde descansar.
Entonces, el teléfono sonó.
El tono agudo perforó la calma de la habitación, obligándome a reaccionar de un salto. Mi corazón latía desbocado mientras miraba la pantalla: el número del hospital. La garganta se me cerró de inmediato.
Respondí con manos temblorosas.