CAPÍTULO 33

Mi cuerpo está cansado de verdad; los músculos aún resienten cada ola del catamarán, y mis labios duelen de tanto forzar sonrisas que no siempre sentí auténticas. Charlotte y Camila me habían agotado de maneras distintas. La primera con su constante evaluación silenciosa, la segunda con su risa estridente y sus comentarios que no lograban ocultar la burla. Aun así, cuando nos despedimos de Alexis y Charlotte, sentí algo parecido a contemplar el Edén. La falsa calidez de su abrazo, la falta de sinceridad de sus palabras, todo había sido más que suficiente para toda mi vida.

Alexander camina a mi lado, su presencia sólida y constante es un recordatorio de que no estoy sola en esto. Entramos al elevador y, mientras subimos hasta el ático, noto cómo su mirada me evalúa con esa mezcla de curiosidad y afecto que últimamente logra desarmarme. Es difícil mantenerme sería cuando estoy cerca de él; de una u otra manera, él encuentra la forma de hacerme sentir observada de la manera correcta, de
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