- Sí, soy María Gregoria. - Ella sonrió en señal de confirmación, apenas entendiendo todo lo que pasaba por mi cabeza en ese momento.
- ¿Tu madre se llama Magdalena? - pregunté.
- Sí.
- ¿Eres hija de Gregorio, el portero?
Asintió, con los ojos muy abiertos en mi dirección.
- No vamos a llamar al guardia de seguridad para que busque a tu madre, ¿vale? Conozco a tu padre.
- ¿Lo conoces?
- Sí, vivo en el edificio donde trabaja. Y me encanta el pollo frito de tu madre -confesé, sacando el móvil del bolso mientras le daba mi tarrina de helado para que la sujetara.
- ¿Hija?
La voz preocupada era sin duda la de su madre, que corrió hacia la chica en cuanto la vio. Las dos se abrazaron y pude ver cómo las lágrimas brotaban de los ojos de la mujer, delgada y bajita, con el pelo oscuro hasta l