- La mayoría de las veces no.
Entrelacé mis dedos, envolviéndolos con fuerza.
- I... Creo que ahora debería dormir. - Me tumbé, tapándome.
Theo me alisó el pelo:
- Voy a quedarme aquí... Hasta que te duermas.
- No es necesario, Theo.
- Quiero hacerlo, Maria Lua. - Fue tajante.
Cerré los ojos y sentí sus dedos bajo las hebras de mi cabello. Aquel contacto me dio sueño... Mucho sueño. Sobre todo viniendo de Theo, con toda su ternura.
El nerviosismo fue desapareciendo a medida que él enredaba sus dedos en mi pelo. Así que acabé durmiéndome, aunque sentía que las palabras acusadoras del sueño eran reales... Y tratando de entender lo que Theo y yo habíamos hablado unos minutos antes.
Abrí los ojos y vi a Theo a mi lado, con la cara vuelta hacia mí, los ojos cerrados y