Oí unos golpes en la puerta que me parecieron demasiado lejanos para responder.
- María Lua... - No pude distinguir la voz al otro lado de la puerta.
El gran gato empezó a ladrar y me revolví en la mullida cama, deseando quedarme allí para siempre. Levanté el edredón, cubriéndome la cabeza y tapándome los oídos con las manos. Pero seguían llamándome, insistentemente.
Oí un golpe que me sobresaltó, pero no pude moverme. Me quitaron la manta de la cabeza y Theo me miró:
- María Lua...
Volví a cerrar los ojos e hice una mueca. Sentí su mano en mi mejilla.
- ¡Estás ardiendo! ¿Por qué no me has llamado?
- ¡Vete a la mierda! - Fue lo único que conseguí decir.
Realmente quería que se fuera a la mierda y saliera de mi vida.
- ¿Qué sientes