- Intentaré ser más suave esta vez.
- No tienes por qué... Ya no soy virgen.
Volví a sentir las despiadadas pinzas sacando el otro trozo de cristal. Seguramente esta era la forma que tenía Theo de castigarme. Podría apostar que estaba feliz de ver mi dolor y sufrimiento. Pero yo era fuerte, como siempre. Nunca dejé que se diera cuenta de que tenía sentimientos y podía ser débil y necesitar ayuda urgentemente.
Me enseñó los dos trozos de cristal, aún ensangrentados. Me senté en la cama y Theo levantó la colcha, cubriéndome.
- ¿No te gustan mis pechos, Theo? - bromeé.
- No, no me gustan.
- ¿Quieres que les ponga silicona? - Quité la colcha, haciendo ademán de enseñársela.
Theo se levantó:
- Quiero que tomes un té de responsabilidad. Y que madures, de una vez por todas.
Agaché la cabeza, recogí la colcha y me tapé, avergonzada. Respiré hondo y me tragué mi orgullo:
- Siento lo que hice, Theo. Ya me he disculpado con nuestros padres... Y ellos lo han aceptado. Fui una irresponsable. Y me