Nos miramos por un segundo, no pude sostenérsela, ¿por qué no pude? Era algo nuevo, ella me cohíbe. Le tocó la barriga a la perra. Me sorprendió al ver como Galaxia se dejaba acariciar, mi vieja ingresó con la bandeja del desayuno y se asombró.
—Tenga cuidado, señorita. Galaxia solo se deja acariciar del señor, cuando quiere se deja de Rata, a mí me tolera porque soy quien la alimenta —dejó la bandeja en la mesa del computador y se retiró.
—Inés, me llamo Verónica, muchas gracias por las atenciones y perdona por las molestias causadas en tu rutina. —Sí que se expresa bien, dándome a entender lo bruto que puedo llegar a ser—. Por favor, no me digas «señorita», me hacen sentir tonta.
Reprimí las ganas de reírme, porque sí que era tonta, ¿virgen a estas alturas?, ni fea que fuera.
—Es por respeto y admiración. Además… —miré a Inés—. Es agradable no ser la única mujer en la casa.
—¿Galaxia? —intervine—. Ven preciosa.
Llamé a mi perra, las dos mujeres realizaron gestos con ganas de matarme