Jairo volvió a mirar al anciano de piel morena y dijo: —Fidel, ¿cómo es posible que permitieras que tus invitados pasaran por todo esto?
—Je, je, no necesitas preocuparte por eso, Jairo— respondió Fidel con una sonrisa muy fría mientras conducía a Raimundo y los demás al interior del estadio.
Jairo no se molestó ni por un instante; después de todo, las tensiones entre ambos ya estaban a flor de piel.
—Diego, ahora todo depende de ustedes— comentó Jairo.
Diego afirmó y condujo a su grupo dentro del estadio.
Una vez adentro, Juan observó un gran ring en el centro, lo suficientemente grande como para acomodar a cien personas a la vez. Alrededor del ring había grandes filas de asientos dispuestos en forma circular, con capacidad para albergar a mil espectadores.
En ese momento, dos hombres con el torso desnudo se estaban enfrentando en el ring, golpeándose con gran fuerza.
Juan no siguió a Diego ni a los demás. En lugar de eso, encontró un lugar para sentarse y sentirse mucho más cómodo co