Cuando el sirviente se retiró, Juan, curioso preguntó: —¿Diego, conoces a gente de Los Sombras Negras?
—Podría decirse que tenemos cierta historia.
Diego contestó y le explicó en detalle: —La verdad es que, cuando era joven, pasé un tiempo en Los Sombras Negras. Más tarde, cuando estalló la guerra, dejé Los Sombras Negras y me uní al ejército.
—Haciendo cuentas, han pasado aproximadamente casi cincuenta años desde entonces.
Con una expresión nostálgica, continuó: —El guardaespaldas que murió protegiéndome se llamaba Mariano, y era discípulo de Los Sombras Negras. Ayer, cuando desperté, me contacté de inmediato con ellos para que se llevaran el cuerpo de Mariano y también para que nos ayudaran a resolver algunos problemas de la familia Ares.
Juan asintió, comprendiendo un poco mejor la situación preguntó: —¿A qué problemas te refieres, Diego?
Antes de que Diego pudiera responder, Patricia, con rabia intervino: —Juan, tal vez aún no lo sepas, pero anoche la familia Ortiz nos envió un des