Charlie todavía estaba incapacitado por su malestar estomacal, así que, ese día no asistió a la escuela y Noah lo llevó con su abuela, que deseaba pasar el día con él, sin necesidad de esperar hasta el fin de semana siguiente. El pequeño saludó a su abuela, aunque en su cabecita no dejaba de darle vueltas a lo que había visto el día anterior.Había observado a su padre llorar mientras veía una cosa, que luego guardó dentro del cajón de la mesa de noche. Lugar al que, durante la noche, se escabulló mientras su papá preparaba la cena y vio que era una revista en la que Alessia salía en la portada. No detalló más, cerró el cajón y corrió de vuelta a la cocina, donde su papá ya lo llamaba para cenar. —Hijo, más tarde vengo por ti. Pórtate bien —le pidió Noah y Charlie asintió—. Charlotte… —dijo con tono serio e hizo un asentimiento en señal de despedida al que la mujer correspondió de la misma forma.Abuela y nieto entraron a la casa, mientras el pequeño se quitaba los zapatos y los deja
Noah volvió de la casa de Charlotte tras dejar a Charlie, pero antes de entrar a su hogar temporal, decidió quedarse en el parque a la vuelta de la esquina, tal vez el frío que hacía a esa hora mantuviera el lugar en calma y solitario. Él solo quería pensar y definir qué hacer con Alessia, porque su cabeza no dejaba de repetir lo que había visto y leído en esa revista.Los minutos avanzaron y el celular permanecía en la mano de Noah, hasta que se decidió. Si no era en ese momento, entonces no sería nunca.Buscó el teléfono de Ale en la lista de las llamadas salientes y se dio cuenta de que hace muchos días no se hablaban, eso le causó una opresión en el pecho. Presionó el botón de llamar y con el corazón en la garganta esperó a que contestara, pero no tuvo respuesta alguna. Ya sabía que algo así pasaría, pero no pensaba dejar de insistir, porque las cosas ya no podían esperar más, necesitaba hablar con ella y aclarar lo que sucedía.Estuvo unos minutos más en el parque, durante los qu
Noah no paraba de dar vueltas en su cama, se sentía desesperado al pensar lo que le pasaba a Alessia en la clínica. Necesitaba saber qué fue lo que pasó para que ella terminara internada, pero sabía que esa no era una hora apropiada para llamar a Georgia y llenarla de preguntas.Se levantó de la cama, no tenía sentido seguir ahí sin conciliar el sueño. Llegó a la cocina para prepararse un poco de café, pero vio la luz de la casa encendida y se preocupó por la señora Gretel. Se apresuró en ir a verla y saber si necesitaba su ayuda; sin embargo, al llegar la mujer estaba igual que él. Como ya era costumbre, el insomnio se había hecho parte de su rutina desde hace muchos años y aprovechaba esas horas sin poder conciliar el sueño, para leer un poco y tomarse una taza de su té de frutas favorito.—Señora Gretel, ¿se encuentra bien? —le preguntó al tocar en la puerta trasera.Ella levantó la mirada y le sonrió, aunque le pareció extraño verlo a esa hora en su puerta. Sabía que de vez en cua
No fue necesario preguntar en dónde quedaba la clínica, pues todos los datos los habían compartido en la revista y solo fue buscar, para llegar hasta ese lugar tranquilo y un poco apartado de caos de la ciudad.Charlie volvió a bostezar y él lo miró por el espejo retrovisor.—Ya llegamos, espera un poco e iremos a comer algo —propuso y el pequeño asintió.Se bajaron de la camioneta, Noah alzó a Charlie, ya no era tan pequeño, pero parecía su escucho ante lo abrumado que se sentía.En la recepción le dieron pronta respuesta de la habitación en la que Alessia estaba hospitalizada. No dio espera y subió al segundo piso.La habitación estaba cerca de la escalera y con cada paso que daba, sentía como si su corazón se fuera a salir. Golpeo suave y escuchó cómo en el interior alguien movía una silla. Al instante se asomó Alessandra y abrió los ojos ante la sorpresa de ver a Noah ahí; tragó saliva con un poco de dificultad y antes de abrir la puerta para dejarlos pasar, salió sin hacer ruido.
Alessia permaneció en la cama y las lágrimas que había controlado al ver salir a Noah, al final abandonaron sus ojos en dos raudales silenciosos. Ella sabía que la reacción de él era algo que podía pasar y nadie más que ella tenía la culpa, en especial por haberle ocultado el embarazo, pero si tuviera que volver a pasar por lo mismo, lo repetiría, pues todo el tiempo tuvo en cuenta el bienestar de Charlie. El solo imaginar que Noah se hubiese quedado con ella y los bebés, pero que al niño se lo llevaran a un hogar de paso, era algo que no se perdonaría nunca, ni en esta o en otra vida.Ella se sentía sin fuerzas y con la cabeza más confundida de lo normal; sin embargo, se limpió con prisa el rostro al escuchar una dulce vocecita que se aproximaba a la puerta.—¡Ale! —gritó Charlie al entrar a la habitación y corrió hacia ella para saludarla.—Cariño… —contestó de nuevo en llanto, aunque estaba feliz de tener al pequeño de nuevo a su lado. Sus brazos le pesaron una tonelada, para poder
Se acercó sin decir nada. Se sentó a su lado y le tomó la mano. Estaba helada. Nunca la había visto tan delicada e indefensa.—No tienes que hablar —dijo él en voz baja—. Solo… deja que yo diga algo.Ella asintió con los ojos llenos de lágrimas.—Me enojé contigo. Mucho —comenzó Noah, sin apartar la mirada de sus dedos entrelazados—. Me sentí traicionado, como si me hubieras arrancado el derecho a vivir todo esto contigo desde el principio. Como si no confiaras en mí.Una lágrima le rodó a Alessia por la mejilla, pero no intentó justificar nada.—Pero hoy… al verte ahí… —Tragó saliva con fuerza—. Alessia, pensé que te perdía. Y no hay enojo que supere ese miedo. No hay orgullo que valga más que lo que siento por ti.Le acarició los dedos con cuidado.—Te amo, Ale. Y no sé en qué momento exacto sucedió, pero te convertiste en el centro de todo. Tú, Charlie y ahora estos dos bebés que tienes en el vientre. Si tú me dejas… yo quiero quedarme. Quiero hacer esto contigo. Todo. Lo bueno, lo
Andrea y Rose nacieron sin complicaciones, por parto natural, lo que fue una sorpresa para todos, pero un alivio sin igual. Rose fue la primera en nacer, tenía el cabello oscuro de su mamá, pero los ojos verdes como su padre, mientras que la pequeña Andrea nació rubia y con los ojos azules de su madre. Las dos pequeñas eran la combinación perfecta de sus padres, incluso sus personalidades, que, por el momento, parecían ser similares, aunque, a sus seis meses, seguían muy pequeñas como para hacerse una idea definitiva de sus formas de ser. Rose era más curiosa, siempre mirando todo con intensidad; Andrea, en cambio, parecía más tranquila, a gusto en los brazos de su madre o dormida en el pecho de su padre.Sus nombres los había escogido Alessia y cuando se los propuso a Noah, él no pudo sucumbir ante las lágrimas y la emoción. Esa era la forma en la que Ale elegía honrar a Andrea Rose Evans, mostrarle respeto y cariño, y demostrar lo importante que era en la vida de esta nueva familia.
Alessia no dejaba de mover sus piernas de forma errática e intermitente, mientras sus ojos no paraban de escrutar al médico frente a ella, solo que, las facciones estoicas del hombre no le daban ninguna luz sobre el resultado en sus manos. —¿Y, bueno? —se atrevió a preguntar. El médico levantó la mirada y le regaló una sonrisa incómoda, pero que intentó hacer pasar por una tranquila y relajada. —¿Estoy embarazada? Se instaló un silencio entre los dos, que la puso más nerviosa de lo que estaba. Se negaba a dejar avanzar sus pensamientos, solo quería que el médico le contestara. Cuando el hombre negó, ella dejó escapar el aire que estaba reteniendo en sus pulmones. —Lo lamento, señorita Rogers, el tratamiento no ha funcionado —confesó el médico. Alessia se limitó a asentir, pero no dijo ninguna palabra, pues las lágrimas amenazaron con abandonar sus ojos y no deseaba que nadie la viera triste y derrotada. Ella había sido una mujer exitosa a lo largo de su vida, desde hace doce añ