Alessia permaneció en la cama y las lágrimas que había controlado al ver salir a Noah, al final abandonaron sus ojos en dos raudales silenciosos. Ella sabía que la reacción de él era algo que podía pasar y nadie más que ella tenía la culpa, en especial por haberle ocultado el embarazo, pero si tuviera que volver a pasar por lo mismo, lo repetiría, pues todo el tiempo tuvo en cuenta el bienestar de Charlie. El solo imaginar que Noah se hubiese quedado con ella y los bebés, pero que al niño se lo llevaran a un hogar de paso, era algo que no se perdonaría nunca, ni en esta o en otra vida.Ella se sentía sin fuerzas y con la cabeza más confundida de lo normal; sin embargo, se limpió con prisa el rostro al escuchar una dulce vocecita que se aproximaba a la puerta.—¡Ale! —gritó Charlie al entrar a la habitación y corrió hacia ella para saludarla.—Cariño… —contestó de nuevo en llanto, aunque estaba feliz de tener al pequeño de nuevo a su lado. Sus brazos le pesaron una tonelada, para poder
Se acercó sin decir nada. Se sentó a su lado y le tomó la mano. Estaba helada. Nunca la había visto tan delicada e indefensa.—No tienes que hablar —dijo él en voz baja—. Solo… deja que yo diga algo.Ella asintió con los ojos llenos de lágrimas.—Me enojé contigo. Mucho —comenzó Noah, sin apartar la mirada de sus dedos entrelazados—. Me sentí traicionado, como si me hubieras arrancado el derecho a vivir todo esto contigo desde el principio. Como si no confiaras en mí.Una lágrima le rodó a Alessia por la mejilla, pero no intentó justificar nada.—Pero hoy… al verte ahí… —Tragó saliva con fuerza—. Alessia, pensé que te perdía. Y no hay enojo que supere ese miedo. No hay orgullo que valga más que lo que siento por ti.Le acarició los dedos con cuidado.—Te amo, Ale. Y no sé en qué momento exacto sucedió, pero te convertiste en el centro de todo. Tú, Charlie y ahora estos dos bebés que tienes en el vientre. Si tú me dejas… yo quiero quedarme. Quiero hacer esto contigo. Todo. Lo bueno, lo
Andrea y Rose nacieron sin complicaciones, por parto natural, lo que fue una sorpresa para todos, pero un alivio sin igual. Rose fue la primera en nacer, tenía el cabello oscuro de su mamá, pero los ojos verdes como su padre, mientras que la pequeña Andrea nació rubia y con los ojos azules de su madre. Las dos pequeñas eran la combinación perfecta de sus padres, incluso sus personalidades, que, por el momento, parecían ser similares, aunque, a sus seis meses, seguían muy pequeñas como para hacerse una idea definitiva de sus formas de ser. Rose era más curiosa, siempre mirando todo con intensidad; Andrea, en cambio, parecía más tranquila, a gusto en los brazos de su madre o dormida en el pecho de su padre.Sus nombres los había escogido Alessia y cuando se los propuso a Noah, él no pudo sucumbir ante las lágrimas y la emoción. Esa era la forma en la que Ale elegía honrar a Andrea Rose Evans, mostrarle respeto y cariño, y demostrar lo importante que era en la vida de esta nueva familia.
Alessia no dejaba de mover sus piernas de forma errática e intermitente, mientras sus ojos no paraban de escrutar al médico frente a ella, solo que, las facciones estoicas del hombre no le daban ninguna luz sobre el resultado en sus manos. —¿Y, bueno? —se atrevió a preguntar. El médico levantó la mirada y le regaló una sonrisa incómoda, pero que intentó hacer pasar por una tranquila y relajada. —¿Estoy embarazada? Se instaló un silencio entre los dos, que la puso más nerviosa de lo que estaba. Se negaba a dejar avanzar sus pensamientos, solo quería que el médico le contestara. Cuando el hombre negó, ella dejó escapar el aire que estaba reteniendo en sus pulmones. —Lo lamento, señorita Rogers, el tratamiento no ha funcionado —confesó el médico. Alessia se limitó a asentir, pero no dijo ninguna palabra, pues las lágrimas amenazaron con abandonar sus ojos y no deseaba que nadie la viera triste y derrotada. Ella había sido una mujer exitosa a lo largo de su vida, desde hace doce añ
Noah caminó con pasos lentos hacia la oficina a la que había sido llamado, como si fuera directo al pabellón de fusilamiento. El tono del hombre al que odiaba llamar jefe, que más bien, era un esclavizador, no le había dejado un sentimiento agradable. —Jefe, ¿me mandó a llamar? —preguntó Noah al abrir la puerta de la pequeña y desordenada oficina. —¡Entra! —demandó el hombre y así lo hizo Noah—. No te sientes, que lo que necesito decirte no tomará mucho tiempo. Noah tragó saliva, rogó en su fuero interno, para que no fuera grave lo que tuvieran que decirle, sin embargo, se quedó en blanco al ver cómo el hombre sacaba un sobre del cajón. —Esta es tu liquidación, tómala y vete ya mismo, que tengo que seguir trabajando y no puedo perder el tiempo contigo —pronunció el hombre y se giró en su silla, centrando su mirada en un televisor detrás de él, en el que uno de los tantos realities se reproducía. La ira fluyó por su cuerpo, pero se contuvo, de nada serviría pelear o confrontar al
Los siguientes tres días de la semana se pasaron como un borrón, entre reuniones, trabajo en la oficina y uno que otro recorrido por el Hotel-casino Orion, lo que mantuvo a Alessia con su mente ocupada en sus deberes, dejando así, de lado la tristeza que le acarreaba el no quedar embarazada.—Señorita Alessia, ¿va a salir? —preguntó Silvia, la recepcionista a la entrada del hotel.—Sí. Silvia, por favor, si alguien me llama, guarda la razón, que no quiero saber nada más de trabajo de acá al lunes. Mañana vienen mis sobrinos, por favor avísale al cambio de turno, para que estén pendientes de ellos y los dejen entrar. Ya sabes —le pidió con un leve tono de advertencia en su voz, pues no deseaba que volviera a suceder lo de la vez anterior, pues los habían anunciado como si fueran desconocidos y no parte de la familia dueña del lugar.—No se preocupe, que Bruce aprendió y no se volverá a equivocar —contestó la joven y mantuvo una sonrisa incómoda en su rostro.—Nos vemos, ten buena noche
—Eres una mujer interesante, Alessia —dijo él, mirándola con admiración.—Y tú eres un hombre misterioso, Noah. Quizás por eso hacemos buen equipo —respondió ella, sintiendo que el alcohol empezaba a afectarla un poco.La música, el ambiente y las risas les hicieron perder la noción del tiempo. Alessia notó que se estaban acercando cada vez más, sus risas resonando en la barra y sus miradas entrelazadas.—¿Te gustaría bailar? —preguntó Noah de repente, inclinándose hacia ella.Alessia asintió, dejando su copa vacía en la barra. Noah la tomó de la mano y la guió hacia la pista de baile. La música era vibrante y envolvente, y pronto se encontraron moviéndose al ritmo, sus cuerpos cada vez más cercanos.Las risas y los movimientos se volvieron más íntimos, sus manos se entrelazaron y sus miradas se volvieron más profundas. En un momento de valentía, Alessia se acercó aún más y sus labios se encontraron en un beso apasionado.El mundo a su alrededor se desvaneció mientras se perdían el un
Noah no demoró en llegar a la casa de Oscar, agradeció que la luz de la sala todavía estuviera encendida, lo que significaba que su amigo había llegado hace poco de su turno del trabajo, así que, solo dio algunos golpecitos en la puerta y Oscar no demoró en abrir la puerta.—Veo que la noche estuvo interesante —comentó Oscar con diversión, mientras escrutaba a Noah y una sonrisa se le marcó en su rostro—. Tienes cara de haber conocido a una mujer.—Cállate —contestó Noah y pasó por el lado de su amigo, para entrar al apartamento—. ¿Acabas de llegar? Ni siquiera sé qué hora es —comentó.—Son las tres de la madrugada —le informó Oscar y Noah abrió los ojos con sorpresa.—Será mejor que vayamos a descansar. Voy a ver a Charlie —se excusó Noah y Oscar asintió.—Descansa, yo iré con Nadia y mi pequeña —dijo Oscar en despedida y le dio una palmada suave en la espalda a su amigo—. Me alegra que te haya ido bien en tu salida de esta noche, así ya no me siento culpable por no haberte podido ac