Abril, 17El Jet aterrizó en Seattle justo diez horas después que despegó en Moscú. En este momento eran las siete treinta de la mañana y nuestro auto estaba estacionando frente a mi edificio. Miro la entrada del lugar repleta de gente entrando y saliendo sin fijarse en nada más que no sean ellos y sus cosas.Está era una de las horas más movidas del edificio, pues todos estaban apurados por llegar a sus respectivos trabajos a tiempo. Dejo de mirar por la ventanilla polarizada del auto que un hombre en la pista, nos entrego, y giro la cabeza a mi izquierda para ver a Damián.—Ponte la capucha de la sudadera.— estaba un poco molesto porqué lo obligué a usar una sudadera que no combinaba ni con el color de su pantalón de vestir.—No sé que pretendes con esto, sí igual...—Parece que no entiendes la gravedad del asunto.— interrumpo un poco molesta, él abre la boca para decir algo pero vuelvo a hablar antes de qué lo haga él.—No, no digas nada. Ponte la puta capucha y baja mantén la cabez
—¿Pero que carajos crees que estás haciendo?— vuelve a preguntar Hansel, algo alterado. Damián pone los ojos en blanco con fastidio por milésima vez y recuesta su espalda del espaldar del sofá en el que está sentado.— ¿Te has vuelto loco, amigo mío?— me paro al lado de Hansel y desde mi lugar y con los brazos cruzados, también lo miro con reproche.Hansel, Amelie y Noah habían llegado a casa hace unos diez minutos. Noah y Mía estaban jugando en la habitación de ella, mientras nosotros discutíamos acá en la sala de estar. Y es qué tal y como le dije; que se viniera a Seattle era una gran estupidez, y él lo sabía perfectamente, es por ello que no se molestó en decirle a su amigo de toda la vida lo que planeaba hacer.Personalmente pensé qué Damián ya le había dicho a Hansel que se vendría a la ciudad con nosotras, pensé también que sí estaba tan relajado con su aparición después de cuatro años de estar “muerto” era única y exclusivamente porqué ya junto a Hansel habían planeado algo par
Abril, 22Miro la hora en el reloj digital de mi auto: cuatro y quince de la tarde. Suelto un suspiro y me adentro al estacionamiento subterráneo del edificio, conduzco hasta mi lugar y luego de tomar mi bolso y un par de carpetas con documentos importantes que debo revisar, retiro las llaves del vehículo y salgo después de apagar el motor. Cierro la puerta sin ponerle mucha atención y suelto un suspiro pesado antes de empezar a caminar por el estacionamiento medianamente lleno de vehículo.La mayoría de los residentes del edificio al parecer no han regresado a sus hogares. No hay ni una sola persona más que yo en este lugar, y eso me provoca un poco de nervios, quizás también miedo. Pero libero mi mente de la paranoia y después de mirar a todos lados apresuro mis pasos que resuenan y hacen eco por todo el silencioso lugar gracias a los tacones de aguja que llevo puestos.Llego al ascensor rápidamente y me adentro en él, presiono mi piso en el tablero táctil y las puertas empiezan a c
Finalmente, transpirada, con el pecho subiendo y bajando a gran velocidad, y casi sin poder respirar, mis pies tocan el primer piso del edificio. Pero no me detengo un solo segundo, y con los labios levemente abiertos para tratar de pasar aire por ellos, sigo corriendo hasta cruzar el pequeño y estrecho pasillo de tan solo unos tres metros que separa el primer escalón de la puerta que me dejara en un pasillo del lobby.No sé con exactitud cuánto tiempo me tarde en bajar veinte pisos corriendo por las escaleras, pero tampoco me detuve a pensar en eso, lo único que pasa por mi mente es lo estúpida que soy por no detenerme a esperar el ascensor, pues para este tiempo lo más probable es que ya hayan dejado el edificio.Cruzo el recibidor con premura y por mi aspecto he de parecer una loca, lo sé por la mirada de desconcierto y preocupación que me dedica Kenny y las personas que caminan por el lugar. Pongo mis manos sobre el mostrador de mármol del recibidor, Kenny y dos chicas más están d
Abril, 23Damián Webster.Vuelvo a mirar el reloj en mi muñeca; ocho y cuarenta de la mañana. Suelto un suspiro silencioso, dejo descansar mi codo de la superficie del escritorio y con mis dedos presiono el puente de mi nariz.—Si. Si, Hansel, no me importa.— digo de mala manera al auricular del teléfono pegado a mi oreja.—¡Te estás volviendo loco!-exclama enojado, del otro lado de la línea.—¡Te dije que no fueras! ¿Te has dado cuenta que acabas de empeorar las cosas?—¡Es mi problema, Hansel, maldición!—gruño y él también lo hace.— Además recuerdo haberte escuchado jurar que no volverías a tocar el tema.Suelta un suspiro y yo pongo los ojos en blanco.—Cierto, eso dije.— habla con algo de enojo.— Pero... ¿Amigo, en serio estás dispuesto a enfrentarte al sistema legal...?—Si, ya te lo he dejado claro.— no lo entiendo, se comporta como sí verdaderamente fuera un problema, como sí no supiera lo fácil que es pagarle a todos esos malditos para que al final salga ganando yo, y los maldi
—¡Es un grandísimo hijo de perra! — grito enojada, apretando fuertemente el volante en mis manos y con los ojos fijos en el auto del frente—¡¿Puedes creerlo, Amelie?!—la escucho balbucear algo del otro lado de la línea.— ¡Me dijo que ahora era mi jefe y debía obedecerlo! ¡Y qué había cometido un gran error por confiarme la maldita empresa que yo dirigí durante cuatro malditos años!— me presiono el pecho con el índice.—¡Es un verdadero malagradecido! ¡Un egoísta! ¡Patán! ¡Loco! Y... Y maldición como quisiera darle una paliza con un bat en este mismo instante.Detengo el auto en un semáforo y dejo caer mi frente sobre el volante, suelto aire con frustración y mantengo mis ojos cerrados para apaciguar la ira que aún recorre mi sangre.—Y se lo merece, Ám.—su siempre dulce y calmada voz, resuena por todo el vehículo, ya que tengo el celular conectado al auto.— Se merece cada cosa que quieras hacerle.—asiento dándole toda la razón.— Pero en serio creo que ya deben parar, ya no son los mism
Abril, 27Estaciono el auto frente a la cafetería, tomo mi bolsa, mi celular nuevo de hace tres días, retiro las llaves del auto, abro, salgo y cierro. Son las cinco de la tarde por lo que el sol ya es bastante opaco y pronto el cielo va a oscurecer. Suelto un suspiro y un poco nerviosa empiezo a caminar hacia la entrada de la cafetería que más he visitado en los últimos cuatro años, pues es la que está más cerca de la oficina.Y sí, regresé a la empresa al día siguiente después de haber “Renunciado” era justo esa la razón por la que Damián había estado sonriéndome sin razón alguna aquél día. Sus sonrisitas estúpidas se debían a qué efectivamente quería pedirme algo; los italianos se habían rehusado a seguir con el negocio sí yo ya no estaba en él, por lo qué el rubio se vió en la obligación de convencerlos a quedarse, afirmando que yo regresaría. Me pidió regresar a la empresa mientras comíamos en mi apartamento y aunque estuve tentada a mandarlo a la mierda, acepté.Lo hice, pero no
La maldita verja se abrió un minuto después de detener el auto frente a ella, ese corto tiempo de espera aumentó aún más la frustración y el enojo que no me había abandonado desde que recibí el maldito sobre. Resoplo con molestia y adentro el auto al interior de la mansión, enseguida la verja empieza bajarse detrás de mí, mientras detengo el auto no muy lejos de ella.No me molesto ni siquiera en despegar las llaves del auto, lo único que soy capaz de hacer es de tomar el papel que Amelie dejo durante el camino, sobre el tablero del vehículo, y acto seguido salgo del auto, cerrando la puerta de un portazo. Escucho la puerta de Amelie ser abierta y luego cerrada con mucha más delicadeza de la que yo empleé. Camino hacia la entrada de la mansión mientras que repaso el lugar con mi vista.En el patio hay dos hombres que por sus vestimentas puedo identificar fácilmente como guardias. Han de ser nuevos, pues la última vez que estuve aquí no los ví. Dejo de mirarlos cuando uno de ellos repa