**SANTIAGO**
La puerta se cierra con un leve chasquido tras ella. El aula queda en silencio, rota solo por el eco lejano de pasos y el zumbido sutil de las luces del techo. Me quedo de pie, inmóvil, mirando el lugar donde estuvo Andrea hace apenas segundos. Aún siento su respiración en mi rostro, su perfume flotando en el aire, como una promesa a medio decir. Me llevo los dedos a los labios, frustrado.
La habría besado. Por Dios, si no hubiera sido por esa maldita vibración en mi bolsillo... Si el celular no hubiera vibrado en ese instante, la habría hecho mía, aquí mismo en esta.
Saco el teléfono, irritado, y reviso la pantalla. Es un mensaje de Leonardo. "Tenemos que hablar". Nada más. Ni saludos, ni preámbulos. Sólo esa frase cargada de urgencia y tensión.
Respondo sin rodeos: Está bien… Le escribo la ubicación de mi residencia, donde puedo tener algo de privacidad.
Cuando llego, no salgo del auto. Me quedo en el asiento del conductor, con las manos en el volante, inmóvil, como si