**ANDREA**
El sonido del agua corriendo en la cocina se mezclaba con el leve murmullo de Leonardo mientras hablaba por teléfono en la sala. Sus palabras eran claras, seguras, coordinando la conferencia de prensa con los periodistas con la facilidad de quien tiene el control absoluto de la situación. Yo, en cambio, sentía mi mente hecha un caos.
Mis manos se movían mecánicamente bajo el agua fría, cubiertas de espuma mientras tallaba un plato con más fuerza de la necesaria. El jabón se deslizaba entre mis dedos, pero la sensación apenas lograba alejar el torbellino de pensamientos que me envolvía.
—Déjalo, yo puedo encargarme —dijo Leonardo de repente.
Levanté la vista y lo vi avanzar con paso relajado, tomando el otro mandil sin prisa. Se lo colocó con naturalidad, como si esta escena doméstica le resultara habitual. Su camisa blanca estaba ligeramente desabrochada en el cuello, las mangas arremangadas hasta los antebrazos, dándole un aire peligrosamente relajado.
—No hay problema, la