Luego de dejar a Aye dentro de la seguridad de su cuarto, se apresura a salir de la residencia para seguir con la investigación que lo tiene preocupado, pero al salir del edificio, un Maserati llama su atención. Ya sabe a quién pertenece ese auto y se queda parado en medio de las puertas con los brazos cruzados, esperando a que bajara.
Mateo baja del auto y sonríe al ver a Dylan parado en el frente de la residencia. Camina con pasos seguro hasta donde se encuentra el joven.
— ¿Qué haces aquí? —inquiere Dylan sin moverse un ápice, claramente estorbando todo el paso de Mateo.
Él eleva una ceja sin dejar de sonreír.
—No es de tu incumbencia —espeta.
—Si vienes por Aye, lo es —se jacta Dylan.
La sonrisa de Mateo se borra de forma automática.
—Hazte a un lado —le ordena apretando los dientes. Dylan niega con la cabeza, ahora sonriendo.
—Sin —articulaciones.
Mateo da un par de pasos más, quedando a solo unos pocos centímetros del brasileño.
—Muévete —exíge.
—No voy a dejar que las jodas —si