A toda velocidad, Marcelo llega a su edificio, antes de salir del ascensor en el Penthouse, toma varias respiraciones para ocultar su carrera al lugar. Le había pedido a Mateo que lo dejara hablar con Aye, los dos sabían que ella no iba a estar bien en cuanto se diera cuenta que había engañado a su novio; Mateo no iba a tener el poder de no hacerla sentir culpable y Marcelo quizás, podría hacer que ella se sintiera de manera diferente o al menos hacerla dudar, por lo que su estrategia era llegar como si no supiera que ella estaba allí y rezaba porque todavía estaba allí. Marcelo entra y camina con pasos lentos, encontrándola en las escaleras, sentada y con la mirada perdida, él suspira y decide avanzar.
—¿Peque? —habla en voz baja. Ella levanta la mirada. Sus ojos estaban rojos por el llanto y Marcelo cierra unos segundos los suyos antes de comenzar a subir los peldaños—. ¿Qué ocurre?
—Nada —le responde—. Ya me iba —dice intentando levantarse, pero Marcelo la detiene tomándola de la m