Aye observa a Dylan un momento y luego se carcajea desorientando a todos en esa habitación.
—No jodas, ni siquiera existen —Ríe, pero la risa acaba cuando ve que los ojos de Dylan no sonrían, no tenían ese brillo especial cuando él hacía alguna broma o le hablaba con doble sentido—. No —musita.
Soltándose de las manos del joven comienza a caminar hacia atrás, al tiempo que todas aquellas cosas que en un momento le parecían raras, aunque no quería darle importancia, ahora tenía sentido.
—Lo siento, yo quería decírtelo, pero no podía —Dylan camina hacia ella, al tiempo que ella retrocede—. No podía dejar al descubierto mi identidad. Mateo se enteró y…
—¿Mateo lo sabía?
—No —se apresura a decir al darse cuenta que ella también se iba a enfadar con Mateo—. Él no lo sabía, se enteró hace unos días y me hizo prometerle que iba contarte la verdad; me dio cuarenta y ocho horas o, él iba a contarte todo. Él…
—Y Mateo sigue sumando —entona Gaby divertido ganándose otro codazo por parte de Lina.