Augusto Cuéllar:

A la mañana siguiente, Chiara elevó las cejas inquisitivamente, al encontrarse a Oscar pavoneándose en bóxer y una bata por toda su cocina.

—¿Oscar, qué haces?- interrogó.

—Te preparo el desayuno.- respondió él.

Ella rodó los ojos. Al parecer, continuarían con el jueguito de el haciéndose el amo de casa.

—Con esto no lograrás nada. Estoy decidida. No quiero nada contigo, pero no estoy dispuesta a renunciar a mi hijo.

Oscar estaba de espaldas a ella, pero la tensión en su cuerpo era evidente. Él estaba enojado.

—Intentemos llevar esta fiesta en paz, vale. Tú por tu lado y yo por el mío. Dime tú precio.

—¡¿Como?!

—Dime cuánto tengo que pagar para que me dejes en paz.

Oscar la contempló con odio.

—¿Qué tal diez millones?- masculló él cínicamente, yéndose a la habitación a despertar a su hijo, pero Chiara creyó que él lo había dicho en serio.

Luego de eso el semblante de Oscar se mantuvo serio toda la mañana.

Luego de que desayunaron, él se llevó a Dominic ya que el Nino comenzaba con su
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