I parte. Capítulo 12 – Nadia

Estaba Nadia en el balcón de la habitación disfrutando de la brisa de la noche cuando lo escuchó vomitar. Se pasó la mano por la cara estirándose la piel y abriendo la boca en un grito ahogado. Se decía a sí misma que debía entrar y fingir preocupación, mantenerse en el papel. Pero había días en que estaba tan cansada que fantaseaba con dejar la jaula abierta para que escapara. ¿Qué haría ella en ese hipotético caso? La tienda de antigüedades le vino a la cabeza y el espejo que traerían desde Alemania que venía ya con atraso. ¡Por Dios! ya no le quedaban ni fantasías, solo obligaciones, cosas por hacer. La rutina y la vida mundana aplastándola. Debería pensar en hacer alguna locura, pero por más que lo intentaba no se le ocurría nada. Y la imagen del espejo que no se iba. ¡Qué coño importaban las tiendas de antigüedades, y el olor a viejo! Sus vidas olían así, a cosas guardadas, a cosas rancias que guardas por valor sentimental porque del otro ya le queda poco o nada, a cosas que a ve
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