Amy se removió incómoda. ¿Qué demonios sucedía? ¿Por qué le dolía la cabeza? ¿Por qué sentía como en esa triste película que su padre le había obligado a ver una docena de veces, sin que ella pudiese terminar de comprender qué era lo gracioso? ¿Cómo era que se llamaba? ¿The hangover? En fin, daba lo mismo, a fin de cuentas, si no recordaba lo que había pasado la noche anterior, mucho menos podía pretender recordar cómo se llamaba aquella película.
Suspiró y se llevó una mano a la cabeza mientras se incorporaba en el... ¿sofá? ¿Qué demonios hacía durmiendo en el sofá? Miró en derredor y vio que Nancy se encontraba sentada en el sillón de un solo cuerpo, profundamente dormida con la barbilla contra su pecho. Frunció el ceño y se levantó a duras penas. Le dolía absolutamente todo.
—Nan —dijo, acercándose a su amiga—. Nan —repitió sin éxito—. ¡NAN! —exclamó, tomándola por el brazo y moviéndola.
—¿Qué? ¿Qué pasó? —preguntó, sobresaltada.
—Lo mismo me pregunto —dijo Amy, alzando una ceja—.