243. TERESA VIVALDI
Él la había despedido con mucha frialdad, sin pedirle que celebraran como ella esperaba su acuerdo. Nunca antes se había sentido tan desorientada. Al llegar al hotel, luego de disfrazarse antes de entrar, se dirigió a solicitar su llave y le indicaron que tenía visita. Giró la cabeza para ver a una joven aterrada que movía nerviosamente las piernas y recorría con la mirada su alrededor como si temiera que la agarraran en cualquier momento.
—¿Qué haces aquí? —preguntó al reconocer a la chica— Te dije que solo lo hicieras si sucedía una emergencia, nadie puede saber que estoy aquí.
—Perdón señora, pero por eso mismo vine. Fui como me ordenó a ver a esa extraña mujer como cada noche. Pero hoy ella estaba muy rara, me dijo que la esperara en el auto escondida que me daría al niño y así lo hice— siguió contando la señora visiblemente asustada.
—¿Y entonces dónde está? —preguntó con un brillo siniestro en su mirada.
—No lo tengo, ella no vino nunca y no sabe la que se armó en esa casa,