241. JUEGO DEL GATO Y EL RATÓN
César por un momento guardó silencio, no quería tomar con su padre la molestia y frustración que estaba sintiendo con lo sucedido esa noche. Pero ahora al ver lo cerca que estuvo de perder a su pequeño, no se pudo contener.
—¡Esa mujer arrodillaba a Javier todas las noches como castigo de que no fuera a nuestra habitación, y no solo eso! La señora Azucena lo escuchaba al final del pasillo, y Sofía y yo a su lado, no. ¿Qué quiere decir eso? ¡Alguien estuvo dándonos somníferos para no oírlo!
La revelación cayó como una bomba en la sala. La traición de la gobernanta no era solo una cuestión de lealtad o seguridad, sino que ahora tocaba el núcleo mismo de la familia. La confusión y el dolor eran evidentes en su voz, y la preocupación por su hijo superaba cualquier intento de mantener la compostura.
Sir Alexander, aún con Elvira entre sus brazos, miró a su hijo con un rostro pálido, la sorpresa y el horror dibujados en sus facciones. La idea de que alguien a quien habían confiado, p