Mía y su madre expresaron su gratitud, abrumadas por la generosidad y la amabilidad que les mostraban. Fenicio, por su parte, se mantuvo sereno pero agradecido por la acogida.
—Parece que estamos en un cuento de hadas —susurró Mía a Sofía, quien asintió sonriendo.
—Sí, ¿verdad? Y ni quieras saber cómo nos recibieron —le contó de igual manera.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Mía llena de curiosidad.
—El mayordomo nos anunció como Sir César y yo Lady Sofía, ja, ja, ja…—rió suavemente mirando a todos.
—¿Lo hizo? Fenicio no dejó que nos anunciara a nosotros. No lo puedo creer. Todo es irreal, pero hermoso —dijo muy emocionada mirando todo lo que le rodeaba.
—Es cierto —afirmó Sofía y de inmediato cambió de conversación. — ¿Cómo te sientes Mía? Por cierto, gracias de nuevo por salvar a Javi y ayudarme aquel día en el restaurante. César me contó que fuiste tú.
—Fue solo un rasguño. Y no tienes que agradecerme, Sofía. Te debo mucho por cómo me comporté contigo. Estoy muy arrepentida