162. UN COMIENZO
Por su parte Fenicio avanzó para sentarse en los asientos al lado de donde Mía iba con Azucena. Mía, miraba nerviosamente a Fenicio tratando de entender que pasaría cuando llegaran a Santa Mónica. Al notarlo, él le hizo una seña para que se sentara a su lado. Ella obedeció después de cubrir a su madre con una manta.
Fenicio la miró durante un rato sin decir nada, lo que provocó que Mía se ruborizara y sonriera nerviosamente. Finalmente, él habló.
—Vivirás en mi casa si aceptas —dijo Fenicio.
—Sí, sí, acepto —se apresuró a responder Mía, feliz.
—No me interrumpas —le dijo Fenicio seriamente—. Soy un hombre entregado a su trabajo, Mía. Nunca pensé en formar una familia. Por eso quiero que lo pienses muy bien. Te llevaré a vivir conmigo como mi mujer si aceptas, pero nada te obligará a quedarte a mi lado si ves que no puedes soportar mi modo de vida.
Fenicio guardó silencio por un momento antes de continuar. Se giró completamente hacia Mía, quien lo miraba expectante sin saber qué