Domenico observó en silencio cómo Maxim se despedía de Natasha con un cálido abrazo. La cena se había extendido un poco más de lo esperado, habían compartido numerosas anécdotas y lanzado numerosas bromas.
—Nos vemos mañana en la oficina —dijo, acercándose a Natasha para darle un beso de despedida en la mejilla.
—Está bien.
Pudo ver un rastro de decepción en la mirada de Natasha y compartió el sentimiento. Le habría gustado encontrar alguna excusa para quedarse a pasar la noche. No le importaba si sucedía algo entre ellos o si simplemente dormían. Pero eso podría despertar las sospechas de Maxim, y ya había tentado demasiado a su suerte.
Natasha soltó un suspiro en cuanto las puertas del ascensor se cerraron y se dio la vuelta. Su departamento estaba en completo silencio, y nunca había sido tan consciente que en ese momento de lo enorme que era hasta ese momento. Probablemente esa sensación se debía a que había creído que Domenico pasaría la noche allí.
Un sonrojo adornó sus mejillas c