Maxim sonrió con orgullo al ver a Valeria desenvolverse con naturalidad en medio de los invitados del evento de caridad. Ella brillaba, no solo por su belleza, sino por su soltura y confianza. El evento estaba saliendo mejor de lo que él había imaginado, y sabía que Valeria merecía gran parte del crédito. No solo había cumplido con el trabajo que le había encomendado, sino que se había asegurado que cada detalle saliera a la perfección, como si llevara una vida organizando ese tipo de eventos.
Maxim notó que, aunque Valeria aún mantenía una sonrisa en su rostro, había un leve cansancio reflejado en sus ojos y en la postura de sus hombros. Era su trabajo cuidar de ella y con el tiempo se estaba volviendo muy bueno en notar ciertas cosas.
Se disculpó con las personas que estaban hablando y tomando la mano de Valeria, la guio en dirección al fondo del salón.
—Estoy agotada —dijo ella sentándose con un profundo suspiro.
Maxim se acomodó en el asiento vacío junto a ella.
—Mereces un descans