Me encuentro en mi oficina, cargado de trabajo y escucho unos sollozos, pero no entran, sé que es mi princesa. Me levanto y camino hacia la puerta y casi se cae, cuando la abrí. Levanta su carita que esta roja hacia mí y sus ojos me enloquecen, haciendo que mi corazón cruja, no hay un día que Zachary no llegue a mi cabeza y está pequeña es su recordatorio, cuanto sufrió esa rubia y yo, solo fui un malnacido.
—¿Qué tienes, Cielo? ¿Por qué llora mi princesa?
Su labio tiembla y levanta sus brazos para que la cargue. Lo hago y secó sus lágrimas con mis dedos.
—Papi... Santi no me deja entrar en el cuarto de mami y quiero ver a la bebé.
—¿Qué raro que no vino a verme?
—Dejo a la bebé en la habitación y está con titi en la cocina.
“Con razón”
—Vamos para que tu hermano— asiente y sonríe por completo, esta niña es muy manipuladora y no puedo negar que soy un blandito con ella.
Camino con ella en brazos y al llegar a mi habitación, Santiago tiene la cabeza asomada en la puerta, viendo