El señor por pecadores nos envía a sus ángeles.
—¡Papi, able! Santi, me dijo que mami se fue, me dejó— lloriquea mi princesa y le pega a la puerta—, ¡papi, mami me dejó! ¡Quielo a mami!
Mi pequeña me mira y ríe, beso sus labios y saco mis dedos empapados y los chupo mirando sus ojos llenos de lujuria. Suspiro y me quedo con las ganas de follarla, apoya su frente a mi pecho y beso su cabello.
—Te juro, que esto no queda así. En la noche no te salva nadie y gritarás tanto que no podrás decir ni pío mañana— aseguró y levantó su barbilla.
—Sí, fanfarrón. Como tú digas— dice burlona. Camina al tocador y agarra unas toallitas húmedas y limpia su entrepierna y me da una a mí.
Paso por mi boca y limpio mi mano.
—Ya veremos, cariño — le guiño el ojo y al abrir la puerta Sahily está toda despeinada y sus mejillas muy rojas parece un tomate andante.
—¡Mami! — se lanza en los brazos de su madre—, aquí estoy, nena.
—Santi, dijo..., que me dejaste— solloza.
—Nunca amor, no le crees a Santi,