–Yo… comenzaré a lavar –dijo, alejándose. Esta vez, la mirada de Ashary se posó en la cadera del alfa. La ropa interior, aquella prenda de tela oscura que llegaba hasta la mitad de sus muslos y se ajustaba a los músculos de estos y la cadera, no hacía mucho por ocultar lo que había debajo. Incluso alcanzó a ver un leve reflejo de la parte delantera y tragó en seco.
Los alfas y su maldita genética privilegiada… hasta les crecía con los años. Hizo una mueca. Realmente le hubiera gustado tener un cuerpo así de grande y fuerte. Quizás entonces no lo mirarían como si fuera un pedazo de carne al que podían fácilmente hincarle el diente.
Se fue quitando poco a poco el resto de la ropa, dudando si quitarse el pantalón, pero al final lo hizo, quedando en su propia ropa interior. Solo que, a diferencia de la de Lyon, su short de color marrón se ajustaba a sus caderas redondeadas por la grasa acumulada allí. Soltó un suspiro. Pensar en ello era perder tiempo; no era como si pudiera cambiar algo