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Hoy es el último día de plazo para presentar la solicitud de inscripción en la escuela de canto de
Budapest. Después ya no será posible que se cumpla el sueño de Árpád.
El director del orfanato es consciente de ello. Acaba de encenderse un cigarrillo, y está muy
nervioso. Su despacho es amplio, en perfecto orden; con la bandera húngara y la foto del
presidente bien expuestos en la pared principal. Hay diplomas, reconocimientos y honores. Hay
fotografías en blanco y negro de niños que ahora ya son adultos, de huérfanos que –entre tanto–
se han convertido en padres.
El director se debate entre las dudas. Es verdad, Árpád siente una gran pasión por la música y
su oído es realmente extraordinario. Pero es un niño poco capacitado, con dificultades de
aprendizaje; y la escuela de canto de Budapest nunca acepta a niños incapacitados.
Quizá le ofrezcan la posibilidad de una audición: Árpád irá a Budapest lleno de esperanzas, y
cantará las canciones de Barbra Streisand ante el jurado. Pe