Los clientes que acuden habitualmente a la cafetería de Imi se presentan siempre a la misma
hora, tienen prisa y se impacientan con facilidad. Un señor delgado y con gafas gruesas pide un
expreso doble y un cruasán relleno de mermelada; come muy deprisa, se bebe el café de un solo
trago y se mancha de migas el abrigo, igual que un niño pequeño. Imi lo ha apodado «Pulgarcito».
Una mujer más bien robusta y con las cejas pintadas pide un vaso grande de leche manchada y un
panettone pequeño a la cereza, lo moja y cuando algún trozo se le escapa de los dedos ella lo
recoge con la cucharita antes de que se sumerja en la leche deshaciéndose del todo. Imi la ha
apodado «la golosona». Un empleado de banco con la cabeza afeitada y barba pide siempre que su
café americano le sea servido bien caliente (lo recalca siempre que viene, con cierta autoridad).
Tiene la uña del dedo meñique más larga que las demás y el cuello de la camisa siempre
perfectamente planchado. Imi ha encontrado un apodo tambi