15. Tenemos que hablar.
Ni bien Alexander pisó suelo inglés y regresó a su trabajo un mes después de su boda, Alexandra se preparó para ir a visitar a su hijo.
La felicidad de Alexander se vio empañada por la inesperada visita de su madre en su oficina.
—¿Qué haces aquí, madre? —preguntó con tono frío y distante.
—¿Acaso no puedo venir a ver a mi único hijo? —replicó Alexandra con una sonrisa forzada. La ironía en las palabras de Alexander no pasó desapercibida para ella.
—Así que ahora jugaremos a la madre devota y al hijo ingrato —espetó Alexander con sarcasmo.
La sonrisa de la bella mujer se desvaneció ante la mordacidad de su hijo.
—En fin, he venido a darte esta invitación —dijo entregándole un sobre—. Andrew y yo hemos decidido que ya es hora de que sientes cabeza si quieres seguir al frente de la farmacéutica.
—¿Desde cuándo tu amante y tú se creen con derecho a tomar decisiones sobre mi vida? —replicó Alexander con furia contenida.
—Andrew no es mi amante, es mi esposo y también tu tío, por si no lo