Al principio, Calia pensó que se estaba volviendo loca, pero la voz la guio con precisión, y sus instintos la llevaron a superar cada obstáculo con una facilidad sobrehumana.
Ahora, sentada en la habitación que ha estado compartiendo con el rey alfa, con los dedos entrelazados y la mente revuelta, sabía que tenía que hablar con Aleckey. Respiró profundo antes de ponerse de pie y dirigirse hacia la oficina del alfa.
Al entrar, lo encontró con la mirada fija en un mapa sobre la mesa, su torso desnudo iluminado por la luz de la chimenea. Su presencia era imponente, pero en cuanto alzó la vista y la vio, su expresión se suavizó.
—Calia —dijo con calma, notando su rostro tenso—. ¿Qué sucede?
Ella tragó saliva y cerró la puerta tras de sí.
—Hay algo que necesito contarte —murmuró, jugando con sus manos—. Algo extraño me está ocurriendo. Cuando termine de entrenar anoche, me fui al bosque. Sentí que me llamaba, cerré mis ojos conectando con algo en mi cabeza —la mirada de Aleckey seguía pues