Zadkiel se acerco al hombre moribundo escuchando como los latidos de su corazón eran cada vez más débiles.
—Su corazón va muy lento, pero sigue con vida —murmuró. Luego alzó el rostro hacia ella—. Hay que llevarlo con los sanadores. Ahora.
—¿Puede salvarse? —preguntó Briella, desesperada. Tenía las manos machadas por la sangre de su padre y las lágrimas se deslizaban por sus mejillas sucias sin control.
Zadkiel no mintió.
—Si llegamos a tiempo, sí.
Ella asintió, sin pensarlo dos veces
—Haré lo que sea. Llévanos.
Zadkiel se giró hacia su hermano.
—Marlon, encárgate de llevar al resto de los humanos a la mansión. Avisaré al primer grupo que vea para que los escolten.
El menor, aún en forma de lobo, dudó un segundo, pero al ver la gravedad en el rostro de su hermano mayor, asintió con un gruñido.
—Vamos —dijo Zadkiel, transformándose de nuevo. Su forma lobuna era majestuosa, poderosa, el pelaje cobrizo manchado de sangre ajena, sus ojos grises centelleaban bajo la luz como dos pozos de p