KAESAR:
Miraba a la omega Nina mientras rehuía mi mirada, refugiándose en los brazos de Kaela, quien la sostenía con firmeza. Su fragilidad era evidente y estaba llena de temor. Nadie entraba sin mi permiso. Era algo que todos sabían y cumplían. Y, sin embargo, allí estaba la realidad: se había roto el control de mis propios aposentos. Entonces, mi mirada se clavó en Nina. Ella debió haberle abierto.
—Nina, ¿qué sucedió? —pregunté con firmeza—. ¿Por qué abriste? Nina titubeó y se sentó con dificultad en una silla. Aún temblaba, cubriendo su rostro con las manos e intentando contener las lágrimas que seguían fluyendo. Su suspiro, entrecortado y pesado, finalmente rompió el silencio. —Yo... yo soy de la manada de los Arteones —comenzó su historia—. Ellos m