150. LOS ANCESTROS
KAESAR:
La aparición repentina de los lobos ancestrales nos dejó a todos en un estado de reverencia y asombro. La noche, que había sido nuestra aliada, ahora se sentía como un testigo de algo trascendental, casi sagrado. Kaela, junto a mí, mantuvo su compostura, aunque su mirada no podía ocultar una mezcla de respeto y una pizca de duda.
—¿Por qué han venido? —preguntó Kaela, su voz firme pero respetuosa.
El lobo negro que había hablado anteriormente, cuyo nombre era conocido solo por los más antiguos relatos: Verron, nos observó con la sabiduría que solo siglos de existencia podían otorgar.
—Somos la memoria, la esencia de lo que una vez fue y lo que puede volver a ser —respondió con una solemnidad que caló hondo en cada fibra de mi ser—. Hemos respondido porque sienten la misma nobleza que nuestra sangre alguna vez ostentó. Ustedes buscan la paz y la unión verdadera.
Kaela y yo intercambiamos miradas. Entendíamos la importancia de ser reconocidos por aquellos cuyas historias