119. ¡No puedo quedarme aquí sin hacer nada!

Irina, con el corazón palpitando como un tambor desbocado y las manos convertidas en dos puños temblorosos, clavó su mirada en Sven. Sus ojos, llenos de lágrimas contenidas, suplicaban con la fuerza de su desesperación.

—Sven, por favor, te necesito. Llévame al aeropuerto. No puedo quedarme aquí, de brazos cruzados, mientras mi hermano está en peligro —imploró, su voz rota por la angustia que la consumía. Cada palabra era como un puñal clavado en su alma.

Sven la observó con seriedad, su rostro surcado por líneas de preocupación. Conocía la férrea determinación de Irina y era consciente de que no la detendría fácilmente si se había propuesto algo.

—Irina, sabes que mi prioridad eres tú y tu seguridad. Deja que Amir se encargue de esto. Estarás más a salvo en casa con tu hijo —respondió con firmeza, sin apartar la mirada de sus ojos suplicantes.

Pero Irina no estaba dispuesta a ceder sin luchar. Su mirada se intensificó, brillando con una mezcla de determinación y desesperación.

—¡No p
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