Ella miró a Flavia, se levantó del suelo y la enfrentó con firmeza:
—Yo solo me preocupo por mi hermano, ¿qué me importan los demás? Señora Nieves, ya lo sabe, Urso y yo nos vamos a comprometer de inmediato. ¡Cumpla con su palabra!
Flavia se cubrió la boca con una risa ligera. Sus ojos mostraban un desprecio arrogante mientras observaba a Lorena con desdén:
—De hecho, debo agradecerte. Todo este tiempo mantuviste a Domenico distraído, enfocado en ti y en Urso.
El corazón de Lorena dio un vuelco, sintiendo que algo estaba mal. Frunció el ceño, mirándola con sospecha.
—Señora Nieves, acaso...
Flavia desvió la mirada, su voz se volvió fría e impaciente:
—Ya no sirve para nada. ¡Desháganse de ella!
Un hombre sacó una pistola de su cintura. El rostro de Lorena cambió al instante. Pero en el siguiente momento, se escucharon pasos rápidos y decididos de tacones altos acercándose desde la puerta.
De repente, la voz de Sara rompió el silencio:
—Mamá, soy yo. ¿La señorita Suárez ha pasado por aq