Era de noche y no había muchos coches en la carretera, pero Juan sintió de repente que algo iba mal, un escalofrío le recorrió el corazón y sintió un cosquilleo en el cuero cabelludo.
Miró a Lorena a su lado, seguía enfadada, pero sus cejas parecían vivas y hermosas, lo que hizo que la rabia de su corazón se disipara al instante y se convirtiera en pánico y remordimiento.
Sabía que había sido demasiado impulsivo y que no debería haber metido a Lorena en esto, «¡Polo se ha vuelto completamente loco!»
Juan apretó los labios y giró tranquilamente el coche en dirección a las afueras.
A pesar de sus intentos por reducir la velocidad, el coche no bajó.
Lorena giró la cabeza para mirarle y preguntó con suspicacia: —¿Venden móviles en las afueras? ¿Estás intentando robar un móvil?
Juan sonrió, pero había gravedad en sus ojos: —Lorena, cálmate. Hay un césped más adelante, luego abrirás la puerta del coche y saltarás.
Lorena se rio sin aliento ante aquello, —¿Me haces saltar del coche?
P